11 de septiembre de 2011.
Domingo 24º de Tiempo Ordinario (Propio 19). Año A.
Los pasajes de la Biblia de hoy nos recuerdan el poder de Dios y sus promesas. Éxodo 14:19-31es la historia de la travesía del Mar Rojo (literalmente "el mar de los juncos"). Aunque toda la historia del Éxodo es una historia fundacional de la identidad de Israel, se podría decir que la travesía milagrosa del mar es su momento central. Tanto si la travesía fue tan dramática como en la película Los Diez Mandamientos de Cecil B. DeMille, como si fue algo menos cinematográfico, el acontecimiento muestra el poder de Dios, pero más importante aún, la promesa de Dios de actuar en favor de los oprimidos.
En el pasaje, vemos a los oprimidos levantarse hacia la liberación. Aquí, los hebreos son continuamente ayudados por un Dios que "va en pos" de ellos (Éxodo 14:19). Uno puede solo imaginar la arrogancia que acompañaba al intento de los egipcios por mantener a los hebreos "esclavizados" en su sociedad. Sin embargo, deberíamos tener cuidado para no identificarnos de manera fácil y potencialmente engañosa con los hebreos, haciendo de su historia nuestra historia. Verdaderamente, incluso en nuestro estado de marginación como personas homosexuales, tenemos más en común con los egipcios que con los hebreos. En un mundo dividido entre los que tienen demasiado y los que no tienen lo suficiente para vivir, no estamos en situación de identificarnos clara y abiertamente con los hebreos cuando con demasiada frecuencia poseemos la "riqueza" de los egipcios.
Si acaso, la travesía del Mar Rojo es un relato con moraleja para todos, especialmente para los poderosos: que Dios no sanciona ningún estado de cosas en el que el statu quo signifique opresión implacable. En la medida en que somos los opresores, deseosos de sacar provecho del trabajo de otros, Dios nos induce al pánico (Éxodo 14:24) y nos deja espiritualmente muertos en la orilla (Éxodo 14:30). Los teólogos John Cobb y David Griffin en una ocasión afirmaron elocuentemente: "Dios, lejos de ser el Sancionador del Statu Quo, es la fuente de algo de caos en el mundo" [Process Theology: An introductory Exposition (Philadelphia: Westminster Press, 1976) 60]. El incidente del Mar Rojo nos desafía siempre que asumimos que "podría ser lo correcto" -el Salmo 114 explica poéticamente esta travesía y los acontecimientos siguientes como una expresión del poder de Dios.
¿En qué sentido las personas acomodadas podrían tener una deuda con quienes no tienen forma de ganar los bienes básicos para su vida? ¿Cómo podrían las personas LGBT orgullosas de estar fuera del armario, ayudar a aquellos cuyas circunstancias no les permiten tal libertad?
El relato con moraleja de la travesía nos proporciona un comentario asociado a la lectura del evangelio para hoy. Mateo 18:21-35 engloba una parábola que es en sí misma un relato con moraleja para todo el que la oye. La parábola (verso 23-35), que sólo aparece en Mateo, finaliza con una afirmación amenazadora: "Así también mi Padre celestial hará con vosotros si no perdonáis de todo corazón cada uno a su hermano sus ofensas" (18:35).
La historia de la travesía y la parábola del siervo comparten algunos rasgos esenciales. Primero, ambos destacan la compasión de Dios por quienes se encuentran en la aflicción. Por ejemplo, en la parábola, el rey tuvo compasión del primer siervo, por supuesto, pero las acciones egoístas de ese siervo hacia el otro ponen de manifiesto una preocupación por todos quienes están afligidos. En segundo lugar, ambos muestran la voluntad de Dios de actuar de forma continua para socavar cualquier statu quo injusto.
En la parábola, las deudas eran legalmente (y algunos podían decir que éticamente) dos asuntos separados. Lo que las une es la esperanza del gobernante, originalmente tácita, de que la experiencia de perdón habría de significar un cambio de comportamiento por parte del primer siervo (versos 32-33). Cuando ese siervo, ahora devuelto a una posición social segura, usa esta posición para reforzar su reclamación contra otro siervo, que también pedía clemencia, ejemplifica cuán seductor puede ser el poder del statu quo. La liberación del primer esclavo de sus deudas no significó la liberación de los demás. En resumen: puede que necesitemos ser más considerados a la hora de practicar el perdón. Eso es, quizá, que el rey fue demasiado rápido en su ofrecimiento de perdón.
Marie Fortune, una pastora y defensora de la no violencia, cuenta la historia de una visita a una prisión para hablar con un grupo de hombres encarcelados por abuso sexual de menores. Cuando estaba a punto de marchar después de su charla, preguntó qué querían que le dijese a la gente de la iglesia y un hombre respondió: "Diles que no perdonen tan rápidamente". El perdón es ofrecido demasiado pronto, se le niega a la parte ofensora la oportunidad de hacer su parte, y de arrepentirse de verdad y cambiar, transformando completamente su manera de pensar y comportarse, para no poner más en riesgo en riesgo a otros. Como vemos en la parábola, esto es un trabajo duro, duro. Podríamos preguntarnos a nosotros mismos: ¿fue perdonado el siervo demasiado pronto y demasiado fácilmente? Quizá el perdón, cuando llega, lo hace como final de un proceso y no como su comienzo. Con demasiada frecuencia, la carga es colocada en el lugar equivocado. El ofensor es sacado del apuro y a la víctima/superviviente se le pide que se recupere y perdone, queriendo decir que olvide la ofensa. Así, con demasiada frecuencia, se comete una grave injusticia, añadiendo a la ofensa el insulto. Sin embargo , haciendo posible nuevos comienzos, el perdón es un notable poder moral. No obstante, como todo poder, puede ser usado para bien o para mal. En otras palabras: debemos manejar el perdón con gran cuidado y discreción. Puede que sea ofrecido de forma prematura.
¿Cuándo podríamos como individuos o como parte de la iglesia haber participado en un proceso prematuro de perdón? Igualmente importante, cuando el perdón llega a nosotros ¿cómo de dispuestos estamos a compartirlo con otros que necesitan también de perdón?
La parábola de Mateo enfatiza que quienes han sido perdonados deben vivir reflejando la experiencia de perdón. El perdón es en este sentido una cuestión de justicia. Por lo tanto, se debe renunciar a prácticas de interacción social que mantienen el dominio de los perdonados sobre los no perdonados, o que que liberan a algunos en detrimento de otros. De acuerdo con la parábola, tal dominación es inmoral e incoherente con el carácter divino. De nuevo, el mensaje de la parábola hace añicos la arrogancia de quienes creen que tienen una especial relación con Dios (que sus pecados merecen perdón, mientras que los de los demás no) y actúan de una manera que equivocadamente refuerza esa creencia (que te condenaré a pesar de mi propia necesidad de perdón).
La parábola conecta con Éxodo 14 en que todos quienes nos beneficiamos de sistemas injustos de poder debemos trabajar sin descanso en nuestros propios contextos, humildes por los privilegios que se nos han dado, y deseosos de compartir esos privilegios con aquellos a quienes les han sido negados. Esto es por lo que las palabras de Pablo enRomanos 14:1-12 son también a la vez prácticas y humildes. Pablo comienza: "Recibid al débil en la fe, pero no para contender sobre opiniones" (verso 1). Tal llamada a la hospitalidad se imagina una comunidad de individuos diversos que ponen a un lado la corrosiva práctica humana de juzgarse mutuamente y, en vez de eso, comprometerse en en una interacción auténtica basada en la igualdad fundamental. Este pasaje insiste en que los creyentes no deben pelearse entre ellos sobre cómo vivimos nuestras vidas, porque el único juez es Dios, a quien debemos dar cuentas.
Es lo contrario de las experiencias que muchas personas LGBT de fe tienen en los así llamados foros sobre diversidad sexual patrocinados por iglesias y organizaciones. Con demasiada frecuencia, son simplemente oportunidades para pelearse sobre opiniones. Gente hablando, con frecuencia gritándose unos a otros más que afirmando su diferencia como diferencia, buscando ser una comunidad pese a todo. Pablo deja claro que el juicio final -el juicio sobre el valor último de la vida de una persona- pertenece a Dios. Los seres humanos, también en la iglesia, no deberíamos asumir nunca una prerrogativa divina. Asumir esta prerrogativa para nosotros es idolatría, entrar a juzgar a otros como si fueran nuestros siervos y no los siervos de Dios (verso 4). Pablo también deja claro este punto en la carta con anterioridad (ver Romanos 2:1-16).
Oración inclusiva
Sálvame, Oh Dios,
de la tentación de no ser sino plenamente humano,
de no ser sino el hijo de Dios que quieres que sea.
Sálvame, Oh Dios,
de ver mi sexualidad como una maldición,
y no como un precioso Don con el que me has bendecido.
Sálvame, Oh Dios,
de quienes buscan curar lo que no necesita ser curado,
que buscan herirme más haciéndome pensar que soy un error,
y no hecho a Tú imagen.
Sálvame, oh Dios,
de la teología fácil y simplista, que parece ofrecer seguridad
pero que solo ofrece grilletes y ciega el alma,
para que no te conozca en toda tu complejidad, belleza y maravilla.
Sálvame, Oh Dios,
de todo y de todos los que pueden distraerme y disuadirme
de vivir en tu llamada a vivir mi vida.
Amén.
(Midnight Prayer by Darrell Grizzle. Usado con permiso. Ver blog.)
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