Hasta ahora hemos hablado de cosas que nos ayudan a la oración pero ¿Cómo rezar?
¿Qué hacer? ¿Tengo que decir algo?
Hay muchas formas de orar y cada uno tiene la suya propia pero hay algo que todas tienen en común.
Todas tienen un motivo. Rezamos para algo, por algo. Todos tenemos una razón por la que orar. Quizás aún no la hemos descubierto pero está allí.
¿Cuales son las cosas que más te preocupan?
¿Qué cosas tenés en la mente y en el corazón en este día?
Esas son las cosas que podés presentarle a Dios. Estas son las cosas que Dios quiere que le cuentes.
Quizá me podés decir que Dios ya conoce todas las cosas y que no hay necesidad de contárselas.
Es cierto. Un padre sabe cómo le va a su hijo o a su hija en la escuela. Sabe si le va bien o mal.
Pero le encanta que sea él mismo que se las cuente. Al padre o a la madre le gusta escuchar de la boca de su propio hijo todas las anécdotas y situaciones que se dieron en el día, las cosas lindas que vivió y las no tan lindas.
La oración más sincera y verdadera es la que sale del corazón. Dios escucha nuestras preocupaciones, nuestras necesidades, y puede ayudarnos con ellas. ¿Qué sentido tiene cargar con las preocupaciones nosotros solos si Dios está dispuesto a ayudarnos y acompañarnos con ellas?
La mejor oración es la que sale de una necesidad fuerte. Ésta va directo al corazón de Dios.
En esta semana quiero invitarte a que le digas a Dios, con tus palabras, aquellas cosas que vienen primero a tu cabeza. Sin duda, que esas son las que tenés en el corazón y que Dios está ansioso por escuchar de tí.
¡No le aflojes en este desafío de la oración!
¿Qué hacer? ¿Tengo que decir algo?
Hay muchas formas de orar y cada uno tiene la suya propia pero hay algo que todas tienen en común.
Todas tienen un motivo. Rezamos para algo, por algo. Todos tenemos una razón por la que orar. Quizás aún no la hemos descubierto pero está allí.
¿Cuales son las cosas que más te preocupan?
¿Qué cosas tenés en la mente y en el corazón en este día?
Esas son las cosas que podés presentarle a Dios. Estas son las cosas que Dios quiere que le cuentes.
Quizá me podés decir que Dios ya conoce todas las cosas y que no hay necesidad de contárselas.
Es cierto. Un padre sabe cómo le va a su hijo o a su hija en la escuela. Sabe si le va bien o mal.
Pero le encanta que sea él mismo que se las cuente. Al padre o a la madre le gusta escuchar de la boca de su propio hijo todas las anécdotas y situaciones que se dieron en el día, las cosas lindas que vivió y las no tan lindas.
La oración más sincera y verdadera es la que sale del corazón. Dios escucha nuestras preocupaciones, nuestras necesidades, y puede ayudarnos con ellas. ¿Qué sentido tiene cargar con las preocupaciones nosotros solos si Dios está dispuesto a ayudarnos y acompañarnos con ellas?
La mejor oración es la que sale de una necesidad fuerte. Ésta va directo al corazón de Dios.
En esta semana quiero invitarte a que le digas a Dios, con tus palabras, aquellas cosas que vienen primero a tu cabeza. Sin duda, que esas son las que tenés en el corazón y que Dios está ansioso por escuchar de tí.
¡No le aflojes en este desafío de la oración!