martes, 27 de septiembre de 2011

PELÍCULA: De dioses y hombres

SINOPSIS: Ocho monjes cristianos viven en un monasterio en una zona montañosa de Argelia, en perfecta armonía con la población musulmana. Cuando un grupo de fundamentalistas islámicos siembra el pánico en la región, el ejército ofrece protección a los monjes, pero éstos la rechazan. ¿Qué deben hacer? ¿Irse o quedarse? A pesar de la creciente amenaza, empiezan a darse cuenta de que no tienen elección y que deben quedarse, pase lo que pase… La película se basa en la historia real de los monjes cistercienses del Tibhirine, en Argelia, desde 1993 hasta 1996.


Recogemos aquí la crítica de cine que escribió Enrique Buchichio director de la película "El cuarto de Leo" para Cartelera.com.uy


En pocas palabras...: Una película dura, hermosa y conmovedora sobre un episodio trágico que fue, ante todo, un acto de sacrificio y resistencia ante la violencia y el miedo. Desde ya, una de las fundamentales del año.
Los mártires de Tibhirine
«Te pido hoy la gracia de llegar a ser siervo y de donar mi vida, aquí, como rescate por la paz, como rescate por la vida.
Jesús, atráeme a tu gloria de amor crucificado».
Del diario del hermano Cristóforo, uno de los siete monjes de Tibhirine (25-7-1995)


En 1993, cuando en Argelia el proceso electoral se encontraba interrumpido y el país se encaminaba hacia una guerra civil, muchos extranjeros fueron intimados a abandonar el territorio bajo pena de ser ejecutados. La amenaza también incluía a los ocho monjes cistercienses de Tibhirine, que vivían en el monasterio de Nuestra Señora del Atlas. Eran franceses y se dedicaban a la oración y al trabajo en el campo, y formaban parte de la comunidad desde hacía por lo menos 60 años (la primera comunidad cisterciense en la región había sido fundada en 1843, 13 años después de la conquista de Argelia por parte de Francia). Vivían en completa armonía con la población del lugar, enteramente musulmana. Y ocupaban un lugar central en su vida diaria, ya fuera como vecinos, consejeros o amigos, o como prestadores de servicios sociales (incluyendo una clínica atendida por uno de los monjes, que era médico).

El 14 de diciembre de 1993, 12 cristianos croatas que trabajaban en Tamesguida, a cuatro kilómetro del monasterio, fueron degollados por un grupo fundamentalista islámico. La siguiente noche de Navidad, un comando armado irrumpió en el monasterio en busca de medicinas. Los padres rehusaron colaborar con los guerrilleros, lo cual - sumado al hecho de que habían organizado en la zona un grupo de oración y diálogo entre cristianos y musulmanes apodado "Vínculo de paz" - los convertía en muy posible blanco de la violencia. Ahí comenzó su dilema: ¿irse para salvar sus vidas o quedarse y resistir? Después de un largo discernimiento en la oración, tanto individual como colectiva, decidieron quedarse. El más joven de los monjes tenía 45 años y el más anciano 82.

Esta valiosísima película (ganadora del Gran Premio del Jurado en Cannes 2010) narra sus vidas - y, sobre todo, su lento y complejo proceso de discernimiento - entre 1993 y 1996, cuando finalmente sucedió lo que más temían. Es, por supuesto, una de esas películas basadas en hechos reales donde lo que importa no es un desenlace ya conocido sino el dilema ético, moral y religioso, pero sobre todo profundamente humano, al que se enfrentaron los protagonistas. Pocas veces las contradicciones de la fe y las grietas de la convicción apostólica han sido mostradas con tanto rigor, convicción dramática y empatía. Acá no importa tanto la preferencia religiosa (o incluso la total ausencia de ella) del espectador, sino la capacidad de comprender y compartir dudas existenciales tan básicas, tan reconocibles. Todos nos hemos enfrentado a dilemas complicados y a la necesidad de elegir entre un camino y el otro, pero pocos hemos tenido que elegir entre la vida y la muerte, entre escapar o resistir, entre la seguridad personal y el bien colectivo. Y es esta significación la que convierte a la película en una reflexión desoladora y absolutamente vigente.
Pausadamente, con precisa atención al detalle ritual y a los tiempos de la meditación, a la comunión con Dios y con los seres humanos que los rodean, el director Xavier Beauvois describe la vida en el monasterio y los lazos que unen a sus residentes con los lugareños. Por momentos pareciera que estamos asistiendo a la reconstrucción de una forma de vida medieval, o por lo menos atemporal, con apenas unos pocos elementos que dan cuenta de cierta modernidad. Pero entonces irrumpe la violencia, la sangre y las armas, el sinsentido del terrorismo y la lógica militarista gubernamental, y entendemos que pocas películas hablan tanto y tan bien de temas tan actuales, por más que cuente algo sucedido en Argelia hace una década y media. Ahora nomás algo muy parecido sucede en la mucho más cercana Colombia, donde la Comunidad de Paz de San José de Apartadó reclama día a día por el derecho de los campesinos a vivir en paz, no siendo partícipes ni colaboradores del conflicto armado entre guerrilla, paramilitares y ejército. Su acto de resistencia les ha costado más de 180 muertos en 14 años.

Los monjes de Tibhirine son mártires que, al igual que las víctimas de San José de Apartadó (o de otros miles de mártires y víctimas en miles de conflictos a lo largo de la historia), tomaron la decisión consciente - aunque nunca sencilla - de no ceder ante la lógica de la violencia y el miedo. Hay algo de entrega, de sacrificio en el acto de permanecer en una situación y en un lugar de riesgo; es un acto generoso, comprometido (los monjes de Tibhirine se quedaron, entre otras razones, para no abandonar a su suerte a los lugareños con los que habían construido una comunidad inquebrantable) pero también es un acto de libertad. "No le temo a la muerte, soy un hombre libre", dice con conmovedora tranquilidad el hermano Luc (un notable Michael Lonsdale).

Pero la película (escrita por el propio Beauvois junto a Etienne Comar) no es ingenua ni tontamente idealista. Más allá de los diversos caracteres de cada uno de los monjes, los muestra a cada uno con sus propias contradicciones, miedos, inseguridades, enfrentados a la ineludible realidad de que las decisiones les pertenecen solo a ellos mismos. Que se puede orar y buscar respuestas, pedirle a Dios que se pronuncie y que ilumine un camino, pero a la hora de la verdad ellos son ni más ni menos que seres humanos enfrentados cada uno a su propio destino. Como Jesús. El camino que deben transitar es, evidentemente, muy similar a la pasión de Cristo, y esto se puede ver gráficamente en varias escenas, como esa suerte de última cena que comparten al son de "El Lago de los Cisnes" de Tchaikovsky, o ese recorrido final en la nieve en que Luc (el que sanaba a los enfermos, el que escuchaba las confesiones de jovencitas enamoradas y salvaba la vida, si era necesario, del enemigo) es ayudado a caminar en medio del deterioro físico al que ha sido sometido por sus captores.

Hay mucho más para leer, para ver, para meditar gracias a esta película, desde ya una de las fundamentales del año. Los monjes del Atlas fueron ejecutados el 30 de mayo de 1996 tras dos meses de su secuestro. Fueron sepultados en el pequeño cementerio del monasterio, donde habían decidido permanecer. Con ellos también fue sepultado el cardenal Léon-Étienne Duval, arzobispo de Argel que murió al día siguiente a los 92 años de edad. Había sido un defensor de los derechos políticos, sociales y culturales de los argelinos, y un incansable partidario del acercamiento entre el islam y el cristianismo. Antes de morir dijo: "He sido crucificado yo también con estos, mis hermanos".



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